Un mendigo llamado David Foster Wallace
Tengo, en las manos, un sol partido:
ojos que se interrumpen con el recuerdo de una casa.
Mi niño se desploma, cruza y acaba las vías,
como queriendo volverse un camino,
como si caminar fuera su marcha
o una guerra o, simplemente,
perder las manos buscando una llave en los bolsillos
o la válvula de un escondite de niebla.
La mirada en las puertas, en los ladrillos de las casas,
de cientos de casas y de mesas que no lo esperan,
que no sostienen sus piernas en las sillas.
Mi niño con su pan duro, los zapatos de siempre:
niño más alas que algodón o lino.
Niño frío y cemento: vereda de tierra.
Cualquier árbol es tu casa.
Cualquier árbol es tu casa, repites.
Pero casa es un traspié, una habitación que se esconde.
Entonces la calle, otra vez el hambre
y tú en silencio como un toro derrotado,
una fila de trenes arrastrándose hacia un puente que se cierra.
No mires, ya no tendrás el aire,
no mires, no hay puerto, ni guerra, ni casa.
Mi niño sostiene un papel en blanco,
un espejo porque ahora el mar es mudo, blanco.
Niño que vuela, gira como un planeta frío,
muy frío, solo, muy solo.
Ya no el pan ni el hambre que caen
como la escritura de algo que fue urgente y no se dijo.
Entonces sostengo en mi mano
el sol partido de un día cualquiera,
en una casa ajena, cualquiera,
que lo vio abrir la boca,
soltar los dedos.
Colgarse.
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De Lugares que no existen en las guías turísticas
V
Solo cuenta hacia atrás.
Cuenta hacia atrás desde el número 3.
Las cigarras inundarán la habitación.
Nadie sostendrá tu mano.
Sentirás que dormir es como pensar
en esa cara que se llena de lunares
hasta volverse irreconocible.
Mi carnet de identidad dice que esta vez
NO debemos mencionar nuestro apellido.
Debemos dar un nombre común
para que nuestro caso se escurra en los historiales.
Pero soy la que cose el corazón de tu gato para que no se muera.
La que sostiene la mano de tu hijo mientras pinta una isla en un atlas.
Soy la que limpia la sala mientras hablas sobre organizar una marcha
y, en la marcha, tiro piedras desde el lado contrario.
Te prescribo medicinas cada vez que dices haber perdido la memoria,
pero soy la de falda verde, la que intentaste llevarte de la fiesta.
Lees sobre mí en una revista que censura las cifras porque somos demasiadas.
Escuchas sobre mí en la radio queriendo aprobar una ley que nos proteja de esto.
Conduzco el taxi que la lleva lejos, que la deja afuera de un lugar clandestino.
Soy la que escribe sobre esa tarde y espera que nadie llame y la denuncie:
Ella contó hacia atrás.
Contó hacia atrás desde el número 3.
Las cigarras,
la mano cayendo,
el lugar clandestino,
el taxi y su olor,
el metal entrado
y saliendo
como
un glaciar,
el goteo rojo,
la culpa,
el duelo,
el silencio.
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VI
Dentro de este espacio cada madrugada nos sentamos en círculo.
Este círculo que somos es lo más cercano a tener un sol.
Las lupas, entonces, se convierten en artículos de inmensa importancia.
Tardamos horas en encender una vela
que pasó la revisión de tenencia sobre artículos peligrosos,
aunque no el fuego, todo fuego será considerado amotinamiento.
De los últimos amotinados, sabemos, que perdieron sus trompos
y no tendrán acceso al patio las próximas navidades.
Es posible que cuando los volvamos a ver hayan dejado de usar pantalones cortos.
Los veremos irse por una puerta cada vez menos enorme tal como entraron:
huérfanos.
La lupa, entonces, nos ayudará con la luz de la vela
a inspeccionar de cerca axilas y barbillas.
La crecida de pelo significará una sola cosa:
que ahora somos mujeres y hombres,
que se nos acabó el tiempo.
Que nuestros carnets de identidad amontonados en cajones
pasarán a ser problema de otras instituciones del Estado.
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Poeta, editora y diseñadora gráfica. Desde 2018 ha editado libros literarios y, entre 2022 y 2023, la revista La Carcelaria, escrituras de PPL. Ha sido colaboradora en la revista digital Bagre y el suplemento cultural Cartón Piedra, de El Telégrafo. Otros textos suyos aparecen en revistas nacionales e internacionales, como Guaraguao (España), Zenda (España), Buenos Aires Poetry Review (Argentina), Ulrika (Colombia), Casa Palabras (Ecuador), entre otras.
Ganadora del II Premio Internacional de Poesía Vicente Huidobro, con su segundo libro Lugares que no existen en las guías turísticas (Valparaíso, 2021). Su primer libro La ruta de la ceniza (La Caída, 2017) ganó los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio 2016–2017. Ha publicado además Antología Personal (La Caracola, 2021) y consta en varias antologías de poesía ecuatoriana e hispanoamericana como Bandada. Novísima poesía ecuatoriana (2014), Liberoamericanas. 140 poetas contemporáneas (2018), País Imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía (2018), Nuestramérica es un verso (Antología poética 1968–1989), Fondo de Cultura Económica (Perú, 2022), y ha participado en varios festivales nacionales e internacionales de poesía.

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