El mundo se iba a terminar, pero no pasó

En el 2012 escribí un libro de chistes, usted sabe, por eso del marketing, pero no me fue bien. Resultó ser que no soy muy chistoso. Intenté persuadir a Daniel, uno de mis primeros editores con una historia creíble al menos en un setenta por ciento. Pero él era un viejo amigo mío y me dijo que nuestra relación era muy importante como para andar perdiendo el tiempo con esos textos, ahora comprendo que fue una sutil forma de decirme que yo no causaba risa. Años después, cuando comprobé que varios de mis textos humorísticos regados por el mundo fueron un rotundo fracaso y que nadie se animaba a realizar una edición del libro o al menos terminar de leerlos, dejé esa forma de escritura. Pero creo importante, para nuestros objetivos literarios y académicos, compartir la frase que daba inicio al último texto de ese trabajo:

Un payaso que pierde su nariz roja y la verdadera en una balacera por tropezar la salchipapa de un policía corrupto (hijo del bibliotecario más importante de la ciudad), no es gran cosa para el Estado-Nación,
pero sí una interesante forma de iniciar un recital de poesía.

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Resonancia

Una caída
La brevedad 
El humor. 

El pánico atraviesa (de nuevo) la noche, 
lo que importa en el poema es la violencia de la experiencia. 

La naturaleza de dios se incendió en mi puerta cuando pedí permiso para regresar.
Diré los motivos:

            la ira se rodeó de un conjuro sensual (la herencia democrática del poder). 
            La sátira del amor que permitió la vulgaridad de lo cotidiano. 
            Luces tristes encontrando en mi pecho las razones para brillar con fuerza.

                      El nombre de mi madre, solo su nombre. 

            La teatralidad del juego no tiene los suficientes argumentos para cerrar el ciclo

Ahora escucho como todos los cuerpos del mundo atraviesan la terquedad de la noche,                                                                                        que bello es morir solo y con los ojos abiertos. 

La puerta está trabada, ninguno de nosotros puede arrancarse la lengua antes de la cena. 
He venido del pasado con los gritos de los que amé y ahora solo quieren jugar en el jardín. 

Cuatro veces intenté abrazar a la mujer que no amo y duerme conmigo todos los días. 
            Afuera los no muertos esperan la gran broma y todos solo quieren conocer el final.

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Regalo

Un amigo escultor me dijo que la madera no sufre por su transmutación, pero que sí es necesario cuestionar el proceso. La noche llegó y escuchábamos música en su taller. Al pasar de las horas, él se levantó y con una seriedad infantil me entregó dos cubos de madera totalmente iguales diciéndome: uno tiene el poema que te falta, el otro, una gota de mar. ¿Qué deseas perder en este momento?

Más borrachos en la madrugada me gritó que vaya por otra botella mientras cantaba:
Y, ¿es merengue o no es merengue?¹

Al día siguiente llegó su novio y comenzamos a conversar hasta la hora de almuerzo, intentamos cocinar un chancho con tamarindo a las finas hierbas, el resultado fue un desastre, pero el plato tenía alma, fuimos felices. Les conté sobre un ejercicio que me propuse hace varios meses, transcribir las recetas de mi abuela a mano y después regalarlas en la calle, sé que ella estaría contenta con eso. Hubo un respetuoso silencio. Al terminar de comer, tomar las últimas copas y despedirme de su casa, mi amigo me regaló uno de los cubos de madera. Le pregunté que cuál era, el poema o la gota de mar. Me respondió: madera carajo, solo es madera. Disfruta de la madera y ya.

1.  La Banda Loca · La la la ↩︎